¡Si hubiera lógica!

 

Miguel Antonio Caro Tobar.

No sola “Colombia se pierde por falta de lógica”, como dijo Soto; sino el mundo entero. Si todos los que se llaman católicos fuesen lógicos, y lo fuesen asimismo todos los que se llaman liberales, la lucha de los principios, la guerra entre el bien y el mal, quedaría perfectamente determinada, y nadie al tomar en ella parte podría alegar equivocación ni llamarse luego a engaño. Pero hay espíritus cobardes, sectarios de la ambigüedad y engendradores de confusión, espíritus babélicos que temen la luz y temen las tinieblas, los cuales peligrosamente colocados entre la región de la verdad y el abismo del error, atraen de la primera a muchos y los precipitan luego, sin resolverse ellos mismos ni a subir ni a bajar. Tímidos para decidirse, inducen a otros, nunca al bien, siempre al mal. A modo de espías, tal vez inconscientes, del espíritu malo, y diplomáticos suyos, son la tentación personificada, la confusión ambulante. Tales son los que llamándose católicos, no admiten la infalibilidad del Papa, ni la autoridad del Syllabus, ni el catolicismo práctico, en una palabra. Tales son también los que llamándose liberales y profesando los principios cardinales del liberalismo como la absoluta soberanía popular, la política naturalista, el sistema de la utilidad, etc. rehusan sin embargo sacar las consecuencias naturales de estos principios, como la soberanía de la fuerza, la divinización del placer, la ruina de toda religión, y el imperio de todo mal. Hombres que echándose por una pendiente, blanden el látigo sobre los caballos que arrastran el carro social, y se quejan de que la sociedad vuele al abismo. Los católicos liberales y los liberales moderados, aquéllos queriendo el bien a medias, y el m al a medias éstos, forman una m isma escuela, la escuela de la mentira, más funesta que el error mismo, pues nunca triunfó el error presentándose en su verdadera forma, sino disfrazándose y mintiendo. L a mentira y la falta de lógica, que suele ser la más funesta forma de la mentira, pues consiste en mostrar un principio y ocultar sus naturales consecuencias, es a nuestro juicio, la causa permanente de los males que trabajan la sociedad.

La Internacional no es otra cosa que la exhibición de las consecuencias de la escuela liberal. La Internacional es el liberalismo franco y lógico; por eso creemos que su aparición es una ganancia para la causa de la veracidad, y por consiguiente para la causa de la verdad: el liberalismo es el error mendaz, la Internacional es el error veraz en cuanto cabe, es decir el error que se muestra como es, y que no engaña. Para comprar un caballo, dice Horacio, es menester verle desnudo: para conocer el liberalismo es menester verlo en la Internacional: así sí puede decir el mundo: esto me conviene, o esto no me conviene.

La soberanía del pueblo, como principio absoluto, significa que el pueblo, o sea la mayoría de los ciudadanos, tiene todo el poder social: esto quiere decir soberanía. Según esto el pueblo tiene derecho a dar y quitar el poder, y hacer por medio de sus representantes, todo lo que quiera, no todo lo que debe. Si reconocemos que el pueblo tiene deberes, esto supone que hay leyes anteriores y superiores a él, las cuales tiene que cumplir, y ya no es soberana su voluntad, ya no hay tal soberanía del pueblo. Para que la haya, tenemos que admitir que el pueblo puede dar leyes injustas. Es más: si el pueblo es soberano, es porque es dueño del poder en todas sus formas, y como la riqueza es una de las formas principales del poder, pues poseer es poder, se sigue necesariamente que el pueblo tiene derecho sobre la riqueza, y puede distribuirla como a él le plazga. Si este derecho no lo tiene el pueblo, entonces no todo poder le pertenece al pueblo, no hay tal soberanía popular. En suma, si en vez del principio católico: “Toda potestad viene de Dios”, proclamamos que “toda potestad viene del pueblo”, o tenemos que ir al socialismo y al internacionalismo, o somos unos embusteros cuando hablamos de soberanía popular.

El principio sensualista va al mismo resultado; todos los errores llevan a un solo abismo. ¿Pues qué es el principio sensualista sino el principio de que no tenemos más regla de conducta que el egoísmo? Este egoísmo es el resumen de aquellas “eternas leyes naturales” de que nos hablan los sensualistas. Ellos quieren fundar la sociedad sobre estas leyes naturales, es decir sobre los apetitos físicos, prescindiendo de las leyes divinas y del orden sobrenatural. Según esto, toda acción encaminada a buscar placer es buena, y todos los goces igualmente lícitos: cualquiera restricción que a esto se ponga, es ilógica, pues tiene que apoyarse en algún principio que no sea el de “bien es placer”. Pero como lo que para unos es placer para otros es dolor, o como alguien dijo, cuando juzgamos que la estricnina es buena para los ratones, lo que hay es que es buena para nosotros matándolos, pues para ellos, siendo muertos, es m ala y muy m ala; como mientras más gocen unos, más sufrirán otros; no hay más medio para desatar la dificultad sino que o todos gocen y tengan lo mismo — el principio comunista; o que los más numerosos, los más fuertes gocen a costa de los menos numerosos y más débiles— el principio del mayor número y de la mayor fuerza. Véase cómo el “sensualismo”, lo mismo que la “soberanía popular” van lógicamente a dar a la Internacional. Ahora bien, si estas son las naturales consecuencias de esos principios ¿por qué muchos que profesan éstos no defienden aquéllas? Porque no tienen el valor de la lógica, porque quieren explotar la confusión misma que introducen, y vivir de la mentira; porque no quieren ser víctimas de sus principios, pero sí que otros lo sean, y aprovecharse ellos de los despojos. A sociedad revuelta ganancia de falsarios.

Entre estas inconsecuencias liberalescas está la de pretender la libertad absoluta de la palabra y querer restringir la de las manos, como si manos y lengua no se moviesen con unos mismos resortes y no trajesen iguales frutos. En esta falta de lógica incurre el Diario de Cundinamarca cuando después de atizar la revolución del Tolima calumniando al gobierno de aquel Estado, llamándolo insufrible, y excitando a los pueblos a derribarlo, pero con moderación en todo, se disculpa ahora diciendo (número 1044): “Ellos quieren echar bala y nosotros gastamos tipos, porque aquéllas matan y éstos vivifican”. Las gentes no entienden estas distinciones sutiles: los tipos no sólo vivifican, sino que a veces también incendian. El Diario empuja para que otros caigan y después les afea su caída. Tal vez si en vez de caer hubieran triunfado los revoltosos del Tolima, otro lenguaje empleara el Diario.

¡Oh, si hubiera lógica!...

El Tradicionista, Bogotá, 5 de junio de 1873, año II, trim. 29, núm. 179, pág. 836.


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